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Asoc. Francisca Sánchez

Boletín Informativo N.26 - Francisca Sánchez: Princesa de Gredos Dariana- Edwin Zúniga Reyes.

Actualizado: 24 sept 2022



Francisca nació en Navalsauz donde los pinos elevan sus verdes y agudas banderas para acariciar los cielos, mientras en el suelo de la sierra las florecillas colchicun montanun empiezan a crecer al retirarse las nieves de febrero para durar hasta el verano. Su azulado lila parecen gotas de cielo alagadas en sus pétalos como queriendo alejarse del círculo amarillo de su estigma. Su nacimiento fue quizás un punto suspendido en el tiempo resumiendo las culturas sucesivas que el entorno de la sierra había soportado. Godos, visigodos, árabes y romanos forjaron una férrea cultura, donde la mujer estaba dedicada a los menesteres del hogar y a la ayuda familiar para la subsistencia. La Edad Media aportó moralidad religiosa pero continuó tenuemente la exigencia fundamental del amor cortés: Castidad. Ese fue el mundo al que llegó Francisca y lo vivió según las exigencias que su entorno demandaba. Su infancia la entregó a la dureza del trabajo para ayudar a su numerosa familia a subsistir. Labores de casa, cuidar a sus hermanos. Faenas agrícolas para recoger la cosecha y labor de horticultura en lo que era experto su padre.


Francisca era una moza bien parecida. Tenía aire imponente de europea septentrional. Su nariz bien formada embellecía el gesto que insinuaban sus labios. Toda ella era majestuosidad de mujer para ser deseada. A sus atributos físicos sumaba los espirituales. De sus ojos fluía la ternura y de su voz un ángelus de auroras. Muchos varones la pretendían, pero ella conservó su castidad para el príncipe que la convertiría en princesa. Fue una luminosa mañana de1899 que paseaba el poeta por los jardines de la Casa Real acompañado por el escritor Ramón del Valle Inclán cuando Darío conoció a su “franca, cristalina, alma sororal” y los dos se enamoraron a primera vista.

Ella solía escuchar el rumor del viento acariciando las hojas de los árboles, las gotas de agua pellizcando el tejado y en su mente forjaba poesía de vida, amor y esperanzas. Por eso, se embelesó del ritmo poético de la palabra de Rubén. Las palabras del aeda hicieron realidad los sueños figurativos que surgían en su inocencia. Entregó su castidad a la fidelidad de un amor eterno. Las circunstancias de la vida, su viudedad, la llevó a un nuevo matrimonio con Don José Villacastín, un buen hombre intelectual, admirador y recopilador de la obra Dariana. El matrimonio se realiza bajo la autoridad y recomendación de su padre Celestino y hermanos. Francisca nunca quebrantó su juramento y en el ocaso de su vida declara en el Hospital San Juan de Dios a la periodista Irina Darleé que la entrevista: “lo quise tanto. Se me aparece por todas partes, donde voy. Lo quiero con locura desde el primer día que le conocí”. Aquellas dos almas fueron una. Esta cita de Francisca recuerda lo expresado por José Luis Borges: “Dos almas no se encuentran por casualidad cada persona que pasa por nuestra vida es única”. Ella y Darío fueron una sola persona durante 16 años de felicidad. Lo sobre natural e ineludible del destino no es escogido. La entrevista propició la entrega de Francisca al recuerdo. Comenzó a recitar los principales poemas de su amado grabados en su memoria.


Desde que conoció a Rubén se interesó por la lectura. la motivó el obsequio de “Azul” realizado por el poeta. Recurrió a una amiga que sabía leer para aprenderlos de memoria. Disfrutó del ritmo modernista al que concibió semejante al que su imaginación consideraba sublime escuchado en la naturaleza. Desde el inicio de su noviazgo se maravilló con la palabra poética fluida en la voz humana. La manifestación de los sonidos del aire jugueteando con las hojas; el temblor de los pétalos de las rosas adquirían tierna sonoridad en los labios de Rubén; la voz del amor había llegado en alas mágicas del verso.

Personalmente, considero que no es de justicia llamarla “campesina analfabeta” como algunos lo hacen. Es ofensivo no considerar las circunstancias penosas en que nace y crece en una España profunda poco avanzada del medioevo. No valorizar el esfuerzo desde novia al aprendizaje de las letras. Se olvida el alcance de su decisivo esfuerzo para departir con lo más granado de la intelectualidad de Francia. Se nutrió en las tertulias del pensamiento de Verlaine, orientado a la búsqueda de la musicalidad que ella tanto apreciaba. Disfrutó la poética titulada “Poemas Bárbaros” de Leconte De Lisle, con los cuales, pudo apreciar el panorama de pasados siglos y rememorar las diferentes culturas pasadas por su amada Sierra de Gredos, de donde ella provenía. Supo de León Bloy verdugo de las desviaciones de su generación. Con él alimentó su entusiasmo para superar la indolencia de su tiempo. En el círculo intelectual feminista era admirada Francisca por su ejemplar vida abnegada de virtudes, las cuales, eran la antípoda de la escritora Margarite Vallette -Einery cuyo seudónimo era Rachilde. Esta mujer de letras nacida en Aquitania durante el II Imperio francés era bisexual, antifeminista que declaró: “Nunca tuve confianza en las mujeres desde que la femineidad inalterable me traicionó en el ámbito de la maternidad”. Francisca fue feminista, madre y representó un ejemplar papel en el movimiento feminista junto a Emilia Pardo Bazán.


Llamarla analfabeta sin valorar el esfuerzo realizado y alcance de su empeño solamente por el tardío inicio del loable interés, es desconocer las circunstancias personales de ella y sobre todo un agravio comparativo olvidar que todo ser humano nace sin ser alfabetizado. ¿Por qué imputar una carencia que todos hemos tenido?

Se relacionó con lo más conspicuo de la intelectualidad del mundo. Cultivó estrechamente la amistad intelectual y feminista con la escritora y catedrática Emilia Pardo Bazán, defendiendo los derechos de la mujer. Participa en tertulias revelándose como ejemplo de agudeza mental femenino con sus ponencias. En las tertulias literarias comparte criterios con José Martínez Ruíz (Azorín) en cuanto la conciliación de panteísmo y teísmo. Temas acuciosamente tratados por Rubén en las evaluaciones constantes de su vida entre lo profano y lo espiritual en que él se desenvolvía. Francisca lo tranquilizaba en sus crisis afirmándole que Dios nunca abandona. Porque es condición sine qua non su presencia en el mortal. Dios está siempre en el hombre. Los postulados filosóficos de Azorín los comprendía y asimilaba para dar consuelo en los delirios existenciales del poeta.


Con Ramiro Maeztu coincidía en las tertulias la tesis del progreso cultural y social de España. Maeztu, Azorín y Baroja formaban el grupo de los tres que dio origen a la generación del 98.


Los Machados fueron familiares en el hogar de Rubén y Francisca. Principalmente Antonio a quien brindó los cuidados humanos que requería en su enfermedad su esposa Leonor. Todas las facetas de la vida las atendía con esmero. Las neuróticas de su amado derivadas del alcohol. Pasaba pacientemente noches enteras sentada junto a la cama del poeta con luz encendida aprovechando lecturas de poemas de Amado Nervo o misivas de Leopoldo Lugones o Manuel Ugarte. Eran lecturas en voz alta para que Rubén conciliara el sueño y cuando en sus tormentosas pesadillas despertaba, Francisca volvía a comenzar la lectura. Noche de sacrificios. En algunas ocasiones fue auxiliada en esta faena por el poeta Amado Nervo que compartía con ellos apartamento. Ella disfrutaba mucho de la dulzura de la poesía de Nervo y recitaba poemas de él. Él admiraba la entrega beatífica a su amado. oraciones diarias y actitudes cristianas que le recordaban a su madre. Por eso, decidió obsequiarle un precioso Cristo de marfil heredado de su progenitora.


Su cristianismo lo cimentó desde muy niña en la iglesia de Nuestra Señora de la Peña, cuya fachada es atribuida al artista Juan Campero el viejo en el siglo XVI. El campanario de la iglesia está en el exterior en un nivel superior al que se llega por gradas. Todo el recinto está resguardado de árboles y flores naturales típicas de Gredos. En la iglesia está sepultado “Phocas el campesino” como testimonio de la cristiandad de la familia del sacristán del templo Don Celestino Sánchez. Francisca cumplió con todos los preceptos de su fe católica excepto que no se unió en matrimonio con Rubén al no poder éste anular el matrimonio; que borracho lo obligaron a casarse amenazado con pistola. Se unieron enfrentándose al convencionalismo de la época que condenaba la unión libre.

En Nicaragua el gobierno nunca aprobó la ley del divorcio y el Vaticano tampoco concedió la nulidad. Esto, no afectó su fe ni su praxis religiosa, bautizó a sus hijos y dio consuelo cristiano al prójimo que lo necesitaba. Respecto a sus matrimonios opinaba: fui casada dos veces. “La primera vez a mi me llevó el amor, el corazón. La segunda vez la religión”. Su padre fue 14 años sacristán del pueblo y brindó a su familia una sólida educación religiosa. Por eso, expresa dudosa en una entrevista: “No se. no se. no se si hice bien en volverme a casar; pero viene la amistad de la familia y a mí me proporcionan este marido una vez muerto Rubén, los dos hermanos míos, mi padre… También he sido feliz pero la felicidad me duró poco tiempo. A mi segundo marido le dieron dolores en el hombro. Era angina de pecho”. Don José Villacastín cófrade de la Santa Cruz le heredó la pertenencia a la cofradía. “Si hice mal la primera vez, el señor me recompensó dándome la Santísima Cruz”.



En su segundo matrimonio se evidencian las normas tradicionales de la familia que al morir Rubén deseaban que rehiciera su vida y aunque hubo un matrimonio feliz, Francisca no olvidó al poeta que le dedicó la palabra melodiosa de la poesía. Ya anciana y enferma mortalmente exclama: ¡“Rubén de mis ojos! ¡Rubén de mi alma”! Para mi Rubén no pudo ser más de lo que fue”.


Francisca tenía la virtud de la humildad. En esa entrevista reconoce que no sabía leer ni escribir pero al seguir a Rubén por todas partes se le pegó mucho saber al estar presente en las conversaciones de los hombres más talentosos de las letras. Por participar en el movimiento feminista de la época.


Rubén Darío vio en Francisca su Venus realmente mortal. La Venus de sangre azul de sus ensoñaciones poéticas salida de sus insomnios como una esperanza de la realidad. La mujer hecha a la medida de su alma. La musa real humana de labios frescos para sorber los besos ardientes. Las Beatrice, Helenas y Cleopatras revestidas de realidad para escapar de la literatura. Ella le llegó en el perfume de las flores de la Casa de Campo, como un bálsamo para su vivir angustiado. Intuyó su alma de lirio. En su hermosura vio temblar el rayo de luz. Sus blancas manos acariciaban margaritas y él imaginó que eran para su príncipe azul. El destino lo había llevado a ella. Deseó imprimir en sus labios sus pasiones errantes para sorber la pureza del clavel. Al instante se hundió en el mar de las flores su retórica ciencia de amor.


Francisca glorificó el viento que acariciaba la seda azul del cielo donde germinaba la esperanza. Lo hechizó el esplendoroso día en que su ninfa se hizo mujer. Contempló la belleza de la vida fuera de la perla, la rosa y la estrella y la admiró en la carne fresca de mujer. En ella vió su flor del instante deshaciendo las espumas de los sueños con sus manos bucólicas escogiendo la rosa del amor. Sombras de viejos tiempos se fugaron al instante con la presencia de la Diana humana que fue para él una flor de llama. Aquella mañana a Rubén se le entrecruzó la musa humana en la senda del amor. La moza era como una rosa por abrir en la floresta del Pimpollar, donde había transcurrido su vida. Musa real surgida con todos los encantos del límpido riachuelo que discurre entre árboles y flores. Carne de montaña con aromas inocentes de mujer sencilla y buena para idolatrar. Ventura enviada por los ángeles del cielo para entregarle el fuego del amor. Intercambiaron sonrisas mientras sus voces de paz se entretejían en el alma. Tan solo al ver a su musa humana en plena hermosura, Darío encendió las llamas del amor. Ella, cual Violante de Lope de Vega, mandó a escribir:


“y que fuera contigo,

como amante y amigo,”

al infierno o a Dios.

Francisca despertó en la imaginación del poeta toda la riqueza bucólica de la poesía castellana. Lo hizo sentirse frente a una moza de la poética de Garcilaso con la salvedad enmarcada en la realidad del momento. La juzgó:


“¡Franca, cristalina,

alma sororal,

entre la neblina

de mi dolor y de mi mal!

alma pura

alma franca

alma oscura

y tan franca.”


Apreció divinos sus ojos y su boca. La soñó princesa de su corazón al verla sencillamente ¡bella.! Flor ideal que alzó las alas de su deseo envuelto en esperanzas. El encuentro con su musa fue un día de florestas. Sus vidas comenzaron a vivir historia de amor. Francisca entregó la rosa que se convirtió en brasa de pasión para Rubén. Él vio en Francisca garbo, finura y gentileza de mujer española difundiendo aromas de ensueños.

La humilde criatura de Navalsauz subió al carro de la historia con las mujeres protagonistas de la literatura para llenar infinitos anhelos. El arte con su aliento llenó el vacío para resaltar sus brillos fecundos plasmados en el manto de la eternidad. El sagrado aroma de Gredos revivió el perfume de sus flores y el Dios de los vientos saludó el encuentro del poeta y la musa humana con simientes de poesía y granos de amar. La dulzura surgió ante el asombro cual epopeya de amor. El arte bendice lo espiritual originado en el Edén. El poeta inflamó su fantasía creadora y ella persiguió en el iris de la ilusión, la palabra poética que fascina. ¡Oh luz inmortal que rizas las ondas de la eternidad! Bajaste a las palabras de Rubén y Francisca sellando un amor para siempre. Se juntaron para imitar la bondad de la espuma en la mar. Para engrandecer la poesía que consolida al amor. Sus almas de artistas las elevó el ángel de la verdadera entrega.

Francisca era inocente y cuando besó, sorbió el sabor de las letras que al mundo deslumbró.


Edwin Zúniga Reyes.

Viena , 18 de septiembre de 2022.



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