Boletín Informativo Num. 15 - ¿Cuál habría sido el coeficiente intelectual de Darío?
- Asoc. Francisca Sánchez
- 13 feb 2022
- 7 Min. de lectura
Escrito por el Dr. Don Carlos Caballero Alvarado

La pregunta que nos estamos haciendo en este título, exige una respuesta científica que tendríamos que dar después de aplicar una prueba de inteligencia al poeta y, obviamente, esta condición es imposible de realizar. Sin embargo, a pesar de esta limitación vamos a tratar de responderla con la cualidad requerida y, para ello, comenzaremos por hacer historia: Era Darío de 37 años de edad cuando apareció la primera prueba de inteligencia, la cual fue elaborada por Alfred Binet y Theodore Simon en 1904. En ella se incluían razonamiento lógico, rimas de palabras y nombramiento de objetos. No sabemos si en los 12 años que aún le quedaban de vida al poeta, por curiosidad o por necesidad de conocerse más a sí mismo, se habría aplicado alguna vez esta prueba, lo más seguro es que no lo haya hecho porque este tipo de medición de inteligencia nunca ha sido confiable, mucho menos en ese momento histórico. Además, una persona de la estatura intelectual de Darío no necesitaba medir su inteligencia, porque sus obras o su quehacer literario eran el mejor y el más contundente testimonio de su genialidad. Pero, aun así, para poder responder inteligente y satisfactoriamente al tema, tenemos que, de manera obligada, relacionarlo con las teorías que sobre la inteligencia humana se han venido desarrollando desde esa época.
Al hablar de coeficiente intelectual o C I, estamos hablando de la inteligencia de una persona. ¿Qué es entonces, el C I? Es la unidad de medida de inteligencia que se obtiene dividiendo la edad mental entre la edad cronológica de una persona, multiplicando el resultado por 100. Si la edad mental resulta superior a la cronológica, el C I de la persona estará por encima de la media y si resulta lo contrario, el C I estará por debajo de la misma y la inteligencia será deficitaria. La media está en el rango de 90 a 109 y el C I de los superdotados arriba de 140. De tal forma que, si consideramos a Darío un superdotado, tendríamos que darle, hipotéticamente, como mínimo 52 puntos a su edad mental en el momento en que apareció la prueba, es decir en 1904. Así tendríamos la siguiente ecuación: 52/37 x 100= 140.5. Unidad y condición ésta de genialidad intelectual en la que todos estaríamos de acuerdo le habría correspondido al poeta. Es válido aclarar que después de la prueba de Binet y Simon se han aplicado otras para este mismo fin, tales como: el Test de Materias Progresivas de Raven y el de las Escalas de Wechsler que son las más utilizadas actualmente. Podría, por consiguiente, el cálculo hipotético del C I de Darío presentar otro resultado diferente al que hemos planteado.
Caben aquí, para entender mejor la inteligencia del bardo, hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué es la inteligencia?, ¿Cuál es su origen? Y ¿De dónde proviene? Vamos a tratar, aunque sea de modo breve, de dar las respuestas correspondientes a cada una de ellas, a la luz de la ciencia de la conducta humana y a la luz de la ciencia de las neuronas y las conexiones nerviosas, o sea de la Psicología y la Neurología, respectivamente: Inteligencia es la capacidad de entender, asimilar y elaborar información para resolver problemas. Respecto a su origen, podemos decir que nace de la necesidad del hombre de comunicarse, primero consigo mismo y después con el entorno o con los demás. Proviene, por lógica, del cerebro, pero no sabemos a ciencia cierta en que parte de la materia gris reside el intelecto, ni sabemos tampoco por qué hay personas más inteligentes que otras. En un tiempo se creyó que la cantidad de neuronas tenían que ver con la inteligencia, luego se pensó que la cantidad de conexiones entre las neuronas eran las responsables del asunto en cuestión. La verdad es que no sabemos de dónde proviene, lo que sí sabemos es que dependiendo de la tarea que vamos a realizar, así se activan las diferentes regiones del cerebro. Por ejemplo, si el pensamiento es abstracto se involucran la corteza cerebral y el hipocampo, si la tarea es de memoria se activa la parte central y si es de carácter visual se activa la parte posterior visual. También sabemos que una parte de la inteligencia se transmite por los genes y que la otra se desarrolla o se complementa con el entrenamiento, que la corteza cerebral ya está formada desde el momento en que nacemos y que la parte heredada puede atrofiarse si no la ejercitamos.
Apliquemos ahora a la inteligencia de Darío la teoría presentada, tomando en cuenta, por supuesto, las limitaciones que sobre el tema se han dicho. Hemos podido advertir que hay dos fuentes probables de procedencia del intelecto: una de carácter genético y otra de la influencia del ambiente. La primera la heredamos de nuestros padres y la otra la desarrollamos con el entrenamiento, ambas nos llevan a la conclusión de que la inteligencia nace y que también se hace. Julián Guerrero y Lola Soriano al referirse al poeta en su obra Rubén Darío escritor, exponen: “La lira le fue concedida al nacer; pero la pluma es forja de sí mismo. Fue Darío realmente, hablando, un poeta exquisito por don divino o de la Naturaleza y un escritor por obra del estudio, la lectura y su auto-preparación”. Dejan claro estos intelectuales, la certeza de la teoría respecto a que nacemos inteligentes y que también podemos hacernos inteligentes. Sobre la necesidad de comunicación del bardo, tenemos que decir que es harto obvio que la experimentó, ya que para subsistir tuvo que dedicarse al periodismo y esta labor le exigía el cultivo, desarrollo y dominio de la palabra escrita. No cabe, pues, la menor duda de que esa necesidad provocó el crecimiento de su inteligencia, quedando así comprobada la teoría que sobre el origen de la misma hemos expresado. Nos queda ahora por abordar el aspecto encefálico, para dar por concluida la relación entre la teoría y la verdad intelectual de Darío: su cerebro, por ejemplo, al ser extraído pesó 1850 gramos y, de acuerdo con la ciencia, el peso de este órgano en un hombre adulto normal es de 1,385 gramos. El número de su sombrero era de 7 ¼, un tamaño extraordinario, propio de una cabeza grande capaz de alojar un cerebro con ese gran volumen y peso. Advertimos, entonces, una diferencia de 465 gramos, lo cual podría ser causa de mayor cantidad de neuronas, materia gris y conexiones nerviosas. Aunque no sepamos la verdad sobre la relación entre esta condición encefálica y la inteligencia, no podemos tampoco dejar de considerarla como un campo de estudio propio de una hipótesis pendiente de comprobación. Al respecto, el Doctor Juan J. Martínez, a quien le enviaron el cerebro del poeta para que le hiciera algunas observaciones científicas, en la obra Homenaje de Nicaragua a Rubén Darío escrita por Darío Zúñiga, señala: “Estas observaciones, aunque sólo hechas sobre la superficie del cerebro (…) demuestran que el órgano tiene muchos caracteres que corresponden a los cerebros de los genios”. Con esta declaración el Doctor Martínez deja entrever, tal vez por la época en que hizo el estudio, que existe una estrecha relación entre el tamaño y peso del cerebro con la inteligencia.
Sigamos incursionando en el campo de la inteligencia humana, siempre con el afán de conocer más y de mejor manera la naturaleza del intelecto del poeta. El doctor Howard Gardner, psicólogo de la Universidad de Harvard, presenta una teoría sobre las inteligencias múltiples, la cual nos permite reconocer el talento y la genialidad en personas que la escuela tradicional o formal subestima. A Darío, por ejemplo, por no tener los grados académicos, que esta escuela otorga en los distintos niveles educativos, no se le concedió el grado de doctor que bien merecido lo tenía. Lamentablemente, en esa época no existía este tipo de teoría que de algún modo le habría ayudado a la obtención del mencionado grado, pues su obra literaria ponía en evidencia su calidad intelectual. El Doctor Gardner distingue y sostiene la existencia de ocho tipos de inteligencia, pero nosotros aquí sólo vamos a mencionar y relacionar dos de ellas con Darío: la inteligencia lingüística y la inteligencia intrapersonal. La primera es propia de personas que manejan hábilmente la palabra, ya sea oral o escrita, pueden destacarse como literatos, periodistas o en alguna ciencia de carácter social. La segunda caracteriza a sujetos que se conocen bien a sí mismos y se distinguen por ser tímidos y retraídos, suelen ser excelentes filósofos, teólogos y también expertos en alguna área social.
Darío desarrolló su inteligencia lingüística leyendo a los profetas bíblicos, los clásicos griegos, Cervantes, Shakespeare, Víctor Hugo, Schopenhauer, Verlaine, etcétera, etcétera, y cultivo su inteligencia intrapersonal a través del misticismo que lo caracterizó por su condición de sujeto tímido y retraído. Hizo suya la máxima socrática de “conócete a ti mismo”, condicionando su yo al catolicismo. De la fusión de ambas inteligencias nace la calidad de su intelecto, su energía mental, el vigor de su sinceridad y su potencial axiológico. Y, por su producción literaria su coeficiente intelectual podría haber sido muy superior a los 140, pues hay grados de inteligencia con un C I de 175 a 184 ó de 185 a 201: inteligencia excepcional e inteligencia profunda respectivamente. En la primera los sujetos pueden aprender a leer a los tres años, o poco antes de esa edad y en la segunda los casos se dan con extrema rareza, uno de cada 18, 000, 000 de personas.
La obra de Darío, sin tomar en cuenta la cantidad de piezas que por allí andan dispersas, ha sido recopilada por la Editorial Afrodisio Aguado S.S., la cual editó en 1953 Obras completas de Darío, dando como resultado un total de 6048 páginas. De éstas, 1474 corresponden a poesía y 4574 a prosa, lo que nos permite afirmar que aproximadamente ¼ de su obra responde a su condición de poeta y los ¾ restantes a la del prosista. A lo largo de su obra encontramos a un periodista, un crítico literario, un poeta o a un sujeto con otros roles, pero vinculado siempre al campo lingüístico, con nuestras de conocerse bien a sí mismo, y realizándolos satisfactoriamente por la genialidad de su intelecto. Ante semejante dimensión de su obra, superioridad y exquisitez de la misma, ante la efectividad de todos sus roles debemos concluir, inducidos por una hipótesis no confirmada, que Darío habría tenido una inteligencia profunda de gran carácter humanístico con un C I de 185 a 201. Evidentemente, como dijimos al principio, no podemos confirmarla con el rigor científico exigido por cuanto es imposible aplicarle un test de inteligencia a quien ya no existe. Pero, la estrecha relación entre las teorías presentadas y la inteligencia del poeta respaldan nuestra causal suposición y, además, sus obras están allí, diciéndonos de manera elocuente que su C I habría sido ése, con el que damos por terminada esta disertación.

Managua, Nicaragua 15 de enero de 2022.
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