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Boletín Informativo Num. 22 - La Cancion de los pinos - Maria Isabel Flores Rubio

  • Asoc. Francisca Sánchez
  • 15 may 2022
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 12 jun 2022



Es uno de los poemas más bellos de Rubén Darío. Fue escrito en la isla de Mallorca en el año 1907 cuando el poeta frisaba los cuarenta años. El poeta está frente al mediterráneo y en su imaginación está viva la isla de oro “en donde detiene su esquife el argonauta”, a donde, ha llegado en busca de su vellocino de oro, su salud. El caracol sonoro del aire dicta ritmos musicales grecolatinos y Rubén pulsa la lira de Apolo que lleva en el alma y escribe uno de los poemas musicales más bien logrados de su obra. Nos transporta auditivamente al maravilloso mundo poético, fundamentado en pies métricos. Rubén es renovador del verso castellano y da vida haciendo uso de combinaciones múltiples de la métrica grecolatina. Con genialidad escribe el hexámetro que combina con el pentámetro. En la canción de los pinos predomina el pie métrico anfibráquico. Estos solían asociarse en los ritmos de tono épico como lo hizo el poeta en sus odas hímnicas:


Los bár ba/ ros Fran cia/ los bár ba/ ros ca ra / Lu te cia/


También pueden usarse para lograr un aire suave como lo hace en su conocido poema: “Era un aire suave de pausados giros”:


Laor- ques- ta/ per-la ba /sus má gi/ cas no tas/


o en la canción de los pinos:


To có vues/ tra fren te// /laa la da/ san da lia/


En esta metáfora hace referencia al Dios Mercurio, el cual, tenía alas en los pies. El Dios romano de los pies alados análogo al Dios Hermes. Al que Ovidio lo identificara como el que llevaba los sueños de Morfeo a los humanos que dormían. La deidad del sincretismo romano equiparada con la divinidad celta Lugus Dios de la luz. La importancia que concede Darío en la metáfora es la misma que expresara Julio César al afirmar que Mercurio era el Dios más importante.


En cuanto al ritmo, la cesura equilibra la intensidad sonora durante el curso de la idea poética. En algunos casos sirve para realizar encabalgamiento:


de las epopeyas/ amados del sol.


Una regla de la lírica grecolatina era si una palabra terminaba en vocal y la siguiente empezaba también con vocal se producía elisión, por lo cual, desaparecía la primera:


“ataque ego” sería: atqu ego.”


En la poesía melódica de Rubén al ser leída en voz alta ocurre algo parecido una de las vocales queda desaparecida al disminuir su sonoridad:


“Cuando en mis errantes pasos peregrinos”


El sonido de la E predomina dando continuidad al ritmo para lograr un efecto sinestético de movimiento.


¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino

aquella amargura que aún es dolor!

La luna argentaba lo negro de un pino

y fui consolado por un ruiseñor.


Cuando las vocales son iguales prácticamente se cumple la regla de versificación grecolatina que elimina una de ellas o las oculta en la pronunciación.

Esta regla es valiosa en el ritmo anfíbraco que predomina. y se ajusta exactamente a la regla.

¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino…


Su estructura sería de la siguiente manera:


¡Oh no- cheen/ que- tra-jo/ tu ma-no/ Des-ti-no

a-que-llaa/ mar-gu-ra/queaún- hoy- es /do-lor-


El último pie por ser agudo se completa añadiendo a la sílaba larga una breve que completaría el dáctilo. A estos versos que en su sílaba final llamada “Anceps” se silabiza quitando o agregando fonemas. Se les llama catalécticos.

La constante acentuación en la segunda sílaba del pie métrico da un carácter propio de cadencia, la cual, se logra al completarse la estrofa.

En un verso puede haber dos o tres hemistiquios a causa de la cesura que no siempre coincide con el sentido. La función muchas veces consiste en poner de relieve términos que la sintaxis no desligaría.


Románticos somos… / ¿Quién que Es, / no es romántico/?


Versos de tres hemistiquios suelen ser los hexámetros latinos.

En este genial hexámetro logrado con anfíbraco Darío se desliga de la regla común del hexámetro latino que alterna dáctilos y espondeos. Solamente utiliza anfíbracos no caen en la monotonía. Logra representar una fatalidad que él resume en.


“que se ahorque de un pino: será lo mejor”.


En la Canción de los Pinos, Rubén rememora e introduce los metros italianos. Bullen en su mente los versos de Petrarca introducidos al castellano por Juan Boscán. En la isla de oro pulsa su lira con originalidad creando una variante melódica nueva. La Canción de los Pinos surge en una época en que está preparando “El canto Errante” en Mallorca y que la floresta mediterránea lo embelesa. Rubén vive en una pintoresca vivienda rodeada de pinos acompañado por el amor de su vida Francisca Sánchez y su hermana María. Ha viajado para recuperar la salud invitado por su amigo Gabriel Alomar. Ahí sublimiza a los pinos y asocia su yo al misterio que ellos encierran:


“románticos somos… ¿Quién que es no es romántico?

Yo no. Yo persisto. Pretéritas normas

confirman mi anhelo, mi existir.

Yo soy el amante de ensueños y formas

que viene de lejos y va al porvenir.


En el “Canto Errante” humaniza a los árboles. En el poema “Árbol Feliz” dice:


Árbol feliz, el roble, rey en su selva fragante,

y cuyas ramas altísimas respetó el rudo Bóreas.


La humanización de los árboles está presente en la lírica antigua española sirviendo al dolor como lo expresa Garcilaso de la Vega:


“Con mi llorar las piedras enternecen

su naturaleza y la quebrantan

los árboles parecen que se inclinan:

las aves que m´ escuchan cuando cantan

con diferente voz condolecen.”


Darío humaniza al árbol en su famoso soneto filosófico “Lo fatal”. Realiza una escala existencial de piedra, árbol, bestia, hombre, sintetizando su filosofar diciendo:

Diríase un árbol que piensa y que siente.

mimado de auroras, poetas y aves.


Al árbol atribuye sus atributos de hombre y de poeta con optimismo. Le otorga la condición humana de felicidad gozada por el ser. Lo contrario a lo expresado por Homero:

“No hay un ser más desgraciado que el hombre entre cuanto respiran y se mueven en la tierra”.


El poeta llega a la isla a recuperarse del dolor de la pérdida de su hijo “Phocas el campesino” que le sumió en la bebida alcohólica. Lo expresa en la estrofa angustiado:


¡Oh noche en que trajo tu mano, destino,

aquella amargura que aún hoy es dolor!

La luna argentaba lo negro de un pino;

y fui consolado por un ruiseñor.


La amargura es la muerte de su niño y el ruiseñor que lo consuela es su madre, la

Franca, cristalina, alma sororal Francisca Sánchez.

En el poema prevalece la idea de hombre y pino ahondando en un nexo de hermandad. Humaniza al pino con sublimidad: “diríase de un árbol que piensa y que siente”. Les da cualidades humanas: Sois dulces, sois buenos, sois graves. Les concede importancia:

Habéis sido mástil, proscenio, Curul.

Piensa en los mástiles argonautas. En las astas de las naves que en el mar sagrado elevaba a los cielos el entusiasmo de los Aqueos. En la matización sonora percibimos el eco de las naves de Virgilio hablándonos de Eneas una vez destruida Troya:


Atque hic ingentes comitumadfluxissenouorum

inuenio admirans numerum, matresque uirosque.


Rememora la madera tomada de los bosques sagrados de la Diosa Berencitia (madre de las Diosas) la que ruega a Júpiter la madera de las naves hechas de pino no sean destruidas durante el viaje. Naves hechas por manos mortales no pueden ser inmortales respondió el Dios romano, padre de los Dioses y hombres pero concedió que las que alcanzaran el campo de los Laurentes, pueblo más antiguo ubicado en la llanura de Laurente (Italia) y del que deriva el gentilicio de laurentinos o latinos; perdían su forma mortal y se convertían en divinidades del mar.

Asocia al pino en su empeño de glorificar cualidades vecinas a la mortalidad, otorgándoles importancia de Proscenio de teatro y de curul. Los asocia con Cesar, Cicerón y Verre. Cuando Darío expone la segunda estrofa del poema desfilan por nuestra imaginación Marco Antonio y Licinio Craso. Aviva a Demóstenes y la altivez de Aro, el edil curul llamado el “guerrero lobo” comandando las fuerzas romanas en Hispania.

En su interior el poeta sublimiza a los pinos que piensan y sienten y como poeta se suma al mimar que ofrecen las auroras y aves. Los ve como actores del teatro de Pompeyo o Mitilene en que los asientos de la primera fila eran de madera. Los imagina como las columnas del teatro de Quirino o como las estatuas en los jardines de las curias.

Hombres y pinos ubicados en un mismo ambiente compartiendo un nexo de hermandad. Les da carácter reflexivo de gravedad otorgando conciencia. El poema es un monólogo dirigiéndose a los pinos y en el cual, reflexiona de los sentimientos trascendentales de la vida como es el dolor:

¡Oh noche en que trajo tu mano, Destino,

Aquella amargura que aún hoy es dolor!


Les atribuye espiritualidad: “aires de monjes”

Darío canta recordando a los antiguos y actuales pinos del mediterráneo


¡Oh pinos antiguos que agitara el viento

de las epopeyas, amados del sol!

¡O líricos pinos del renacimiento

y de los jardines del suelo español!


Fuerte es la influencia latina en la estructura rítmica cimentada en los pies métricos y en las figuras que agitan el viento de la Odisea y de la Eneida. La epopeya renacentista de los siglos XVI que impulsó a descubrir América. Inspiran al poeta a exteriorizar las riquezas latinas que se avivan en su conciencia al tener frente a sus ojos al luminoso paisaje mediterráneo expresando en los versos:

¡Oh líricos pinos del Renacimiento

y de los jardines del suelo español!


El paisaje de la isla de Mallorca es luminoso e inspirador. Se reúne con poetas y escritores. Visita los lugares en que estuvieron grandes personajes como su admirado músico Federico Chopin, al que disfrutaba interpretar al piano. La cueva donde oró Raimundo Lulio filosofo teólogo, poeta y místico al que se le atribuye inventar el nocturlabio instrumento para determinar el tiempo tomando en cuenta una estrella determinada y la rosa de los vientos. Visitó el palacio de Miramar, centro de reflexión y producción intelectual del Archiduque Luis Salvador de Habsburgo. Entre los pinos disfrutaba realizar paseos con su amigo el pintor mexicano Alfredo Ramos Martínez a quien dedica el poema “A un pintor”, que comienza diciendo los versos que Rubén solía expresar cuando salían a realizar sus caminatas:


“Vamos a cazar colores

vamos a cazar

entre troncos y entre flores

arte singular.”


La “Canción de los Pinos” es un poema modernista. Expone claramente sus tesis reformistas. Rompe la regla del número de sílabas del verso. Respeta los pies métricos y los coloca sucesivamente para lograr musicalidad. Realiza contacto reminiscente con los versos de Hugo. Se realiza reforma métrica sin olvidar la tradición. El tetradecasílabo es el verso preferido, el cual, fue escrito en castellano desde la Edad Media:


“Mester es sen pecado, ca es de clerecía”


Lo genial es que escribe el verso alejandrino algunas veces siguiendo la norma grecolatina de los pies métricos. Los hemistiquios al cambiar su posición realizan elastificación propio de la poesía francesa. Realizan así, heterostiquio con el cambio de medida. Esto favorece que el ritmo sea propicio para un encabalgamiento:


Tocó vuestra frente la alada sandalia

habéis sido mástil, proscenio, curul,

¡oh pinos solares, oh pinos de Italia

bañados de gracia, de gloria, de azul!


En la estrofa quinta y sexta, el poeta habla de sueño volviendo a la isla dorada donde encuentra a los pinos amados de su corazón. Cierra esas estrofas con el verso:

sus savias, ruidos y nidos de amor.

Estas estrofas nos evocan al Dios mitológico Hipnos que personifica al sueño. Hijo de la noche sin intervención masculina. Hermano gemelo de Tánatos (la muerte sin violencia), los cuales, vivían en una cueva de una isla griega rodeada de plantas somníferas y en la que fluía el rio del olvido llamado Lete. Hesíodo decía de él: “dormitaba en un lecho de plumas con los ojos abiertos para vigilar a su amada Selene”. Agrega Rubén el” ruido”, indudablemente refiriéndose no al ruido, sino al sonido melodioso de Orfeo realizado por los brazos eólicos al paso del aire. Es una metáfora simbólica que encierra significado del sonido. Nos hace rememorar significativas leyendas asociadas al origen del cosmos. Regresa a la mitología en las estrofas posteriores al hablarnos del ruido de las aguas reviviendo en nuestra conciencia la sentencia de Hesíodo: “guardaos de atravesar las aguas de los ríos de eternos cursos”. O al inmortal poeta Virgilio, al rememorar su Geórgica que habla del ruido de las fuentes del Peneo de vida y fecundidad. Cerrando la octava estrofa con la frase “espuma de mar”, aviva el recuerdo del mito más antiguo de la mitología de Cronos que al emascular su padre Urano arrojó los testículos al mar. De la mezcla semen, sangre y espuma nació la Diosa del amor.

La “Canción de los Pinos” es uno de los poemas más bellos de Rubén Darío. Tiene gran sonoridad gracias a sus combinaciones métricas y contenido mitológico que el poeta aprovecha para humanizar al árbol, con el cual, realiza un monólogo y dialoga con su hermano:

“sombrío sin oro del sol, taciturno

en medio de brumas glaciales y en

montañas de ensueño …


Así los ve en la tercera estrofa en que realiza una figura literaria de unidad fonológica superior a la palabra. Agrupa palabras en unidad gramatical, tonal y de sentido que no permite ninguna pausa en su interior es decir realiza una licencia poética llamada Sirrema. También los ve con gestos de estatuas de mimos, de actores y como:


líricos pinos del Renacimiento

y de los jardines del suelo español.





María Isabel flores rubio.

Viena 16 de abril de 2022


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