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Asoc. Francisca Sánchez

Boletín Informativo Num. 7 ¿Era filósofo Darío? Carlos Caballero Alvarado


 

Siempre que leemos a Darío, después de saborear y pensar en el contenido de sus producciones, terminamos, inevitablemente, preguntándonos: ¿Era acaso, además de poeta, filósofo? Es probable que la calidad de su poesía, innovaciones, estilo calculador y la pureza de su estética hayan opacado el fruto de su vena filosófica y por ello la mayoría sólo percibe al poeta. Para dar respuesta a tan inquietante pregunta, comenzaremos por definir los conceptos de filosofía y filósofo. De acuerdo con el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado, filosofía es el “Estudio racional del pensamiento humano, desde el punto de vista del conocimiento y la acción”. Y, según el Merrian-Webster’s Desk Dictionary, filósofo es: “A reflexive thinker”, un pensador reflexivo.


Por conveniencia discursiva desarrollaremos este trabajo en base a las dos definiciones anteriores. Cabe aclarar, desde ya, que Darío no simpatizó, ni perteneció a ningún sistema filosófico de su época. Tampoco le preocupó, ni le interesó la fundación de alguna escuela de su pensamiento, porque nunca creyó tener, o haber encontrado, un sistema filosófico que lo identificara. Las únicas ideologías que moldearon su pensamiento fueron el liberalismo y el cristianismo. El primero porque era la filosofía política que en su momento histórico respondía a las aspiraciones democráticas, libertadoras e igualitarias de los pueblos, además de ser la encarnación de los derechos individuales de la humanidad. Y, el segundo porque se trataba de la religión de Occidente, la creencia, ¡maravilloso regalo!, que nos dejara España y la fe de todos los pueblos del continente americano.


Aclaradas las cosas como están, partiremos ahora de la motivación primigenia que el poeta tuvo para hacerse sentir como filósofo ante sus lectores. En su obra Historia de mis libros, expone: “Ciertamente, en mí existe, desde los comienzos de mi vida, la profunda preocupación del fin de la existencia, el terror a lo ignorado, el pavor de la tumba, o, más bien, del instante en que cesa el corazón su ininterrumpida tarea y la vida desaparece de nuestro cuerpo“. Y en su poema Lo fatal, de tintes meramente filosóficos, expresa:


“Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto,

Y el temor de haber sido y un futuro terror…

Y el espanto de estar mañana muerto,

Y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos

Y la carne que tienta con sus frescos racimos

Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡Y no saber adónde vamos,

Ni de dónde venimos!“

Apliquemos ahora los conceptos definidos de filosofía y filósofo, tratando de analizar racionalmente el pensamiento del autor, bajo la óptica de su fruto intelectual y de su acción. Intentemos también probar, o captar si su producción está en correspondencia con un pensador, filosóficamente reflexivo: En los pensamientos presentados, encontramos una perceptible angustia por la transitoriedad de la vida, obsesión, casi enfermiza, ante la muerte y terror a lo desconocido. Para Eduardo Arellano el poema Lo fatal es “una descarga agónica existencial y un ejemplo lapidario de la poesía de la desesperanza”. Digamos, además, que el carácter filosófico se acentúa, en gran medida, cuando vemos que Darío lo relaciona con la gradación o progresión ascendente de la sensibilidad del filósofo alemán, representante del pesimismo, Arturo Schopenhauer: piedra, árbol, animal, hombre. Por ello dice:


“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo

Y más la piedra dura porque esa ya no siente,

Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

Ni mayor pesadumbre que la vida consciente.


Como podemos advertir, la naturaleza filosófica del pensamiento de Darío salta a la vista y, más aun, sacude y despierta nuestra psiquis del letargo ancestral.


A continuación presentamos otros pensamientos del poeta, considerándolos, desde el momento en que aquí se incluyen, como dilucidaciones filosóficas presentadas por un autor profundamente reflexivo. De este modo cumplimos con una parte del procedimiento metodológico que aplicamos a lo expuesto anteriormente y sólo agregamos un comentario vinculante al significado de los mismos dentro del vasto universo de la filosofía.


En el poema De otoño, el poeta declara:

“Yo, pobre árbol, produje al amor de la brisa,

Cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.

Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:

¡Dejad al huracán mover mi corazón!

Con esta declaración el poeta hace referencia al envejecimiento humano y a la condición callosa del alma por efecto de la magnitud tiempo.


Al leer el poema Canción de otoño en primavera nos encontramos con la siguiente estrofa:

“Plural ha sido la celeste

Historia de mi corazón.

Era una niña en este

Mundo de dolor y aflicción.


Y, ¿qué nos dice ahora? Nos está diciendo que el alma nace, o llega al cuerpo, siendo buena, pero la vida, con el dolor que trae consigo, la trastorna y la altera irremediablemente.


Cuando le echamos un vistazo meticuloso al poema Los motivos del lobo, nos vemos obligados a detenernos en este apartado:


“Mas empecé a ver que en todas las casas

Estaban la Envidia, la Saña, la Ira,

Y en todos los rostros ardían las brasas

De odio, de lujuria, de infamia y mentira”


Aquí, con estas palabras, el autor señala el descontento y desengaño del animal ante la perversidad humana, y confirma la pureza con que él responde a sus instintos naturales.

Si leemos el poema Nocturno I, debemos hacer un alto y analizar las siguientes palabras:

“Esperanza olorosa a hierbas frescas, trino

Del ruiseñor primaveral y matinal,

Azucena tronchada por un fatal destino,

Rebusca de la dicha, persecución del mal”.


Esta es una confirmación de la visión determinista con que el poeta concibe la vida. Deja entrever que no hay alternativas que modifiquen o incidan en el proyecto de la personalidad humana.


El poema Filosofía contiene la siguiente estrofa:

“Sabed ser lo que sois, enigmas siendo formas;

Dejad la responsabilidad a las Normas

Que a su vez la enviarán al Todopoderoso…

(¡Toca, grillo, a la luz de la luna, y dance el oso!)

¿Qué mensaje tenemos en esta estrofa? Pues, en ella hay un llamado a la autenticidad del ser y al cumplimiento del plan divino que cada uno tiene en sí mismo, dentro del misterio de la existencia.


En su obra inconclusa Oro de Mallorca, la cual es una autobiografía, el personaje que lo representa se llama Benjamín Itaspes y éste señala: “Se encontraba a los cuarenta y tantos años, fatigado, desorientado, poseído de las incurables melancolías que desde su infancia le hicieron meditabundo y silencioso, escasamente comunicativo, lleno de una fatal timidez en una necesidad de afectos de ternura invariable, solitario y eterno huérfano”. Hay aquí, en este párrafo, una introspección retrospectiva y filosófica con carácter de auto-psicoanálisis, donde pone al descubierto tres características que le acompañaron siempre: tristeza, timidez y soledad. Con ello está también manifestando que, aunque haya condiciones anímicamente desfavorables al quehacer literario, el talento artístico se sobrepone, procesando y extrayendo de ellas, el mejor provecho posible para su realización.


La naturaleza filosófica de los fragmentos presentados, por ser sobreabundante, resulta fácil de percibir, pero por razones de rigor académico de la investigación, esta exposición no tiene carácter conclusivo. Sabemos que las muestras no son suficientes, que sólo representan un mínimo porcentaje de la producción total del maestro Darío. Sin embargo, por lo menos, nos indica el sesgo o la tendencia a la disciplina del pensar reflexivo que el poeta mantiene a lo largo de sus lucubraciones en el campo de las letras.


No hay duda que la personalidad de Darío es el resultado de una vida intelectual cultivada en medio de un sinnúmero de vicisitudes, o de sinsabores que, indefectiblemente, tuvo que enfrentar, entre los que podemos mencionar: desamparo familiar, acusación de vago, conflicto conyugal, apuros económicos, voracidad de sus editores, etcétera, etcétera. Y, que todas estas penas las abordó bajo la íntima protesta de su celeste psiquis, razón por la cual nos atrevemos, abusando del rigor científico y adelantándonos a una confiable conclusión, a considerarlo como el filósofo de la insatisfacción del yo por la subyugación de la conciencia a las verdades inexorables de la vida. ¡Curioso y singular filósofo Don Rubén Darío!




Managua, Nicaragua, 23 de octubre de 2021.

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