Boletín Informativo Núm. 31- Homenaje a Don Laureano Vivas Pavón
- Asoc. Francisca Sánchez
- 4 jul 2023
- 6 Min. de lectura
La asociación Francisca Sánchez del Pozo rinde homenaje al maestro
Laureano Vivas Pavón.
El cuatro de julio de 1905 nació en la bella ciudad de Masaya el genial compositor nicaragüense Don Laureano Vivas Pavón. Vino al mundo en unos años en que la música clásica florecía en el país. La orquesta de Don Marcelo Zúniga ya había consolidado su merecida fama de intérprete de gloriosas páginas musicales del mundo y pionera en la creación de otras escuelas musicales como fue la de los Vegas. La infancia de don Laureano transcurrió en la bella ciudad de las flores, en donde el peso ancestral de nuestra cultura precolombina es determinante en la personalidad de sus habitantes. La música es la cualidad sobresaliente del espíritu de nuestra raza y el infante naturalmente se inclina a los sonidos que le conmueven el alma.
En la escuela de los Zúniga y de los Vegas adquiere sus conocimientos básicos musicales y los profundiza a lo largo de su juventud, combinándolos con sus estudios reglados en el Colegio Salesiano de la localidad. Sus estudios los orienta a la tuba, en donde llega a obtener brillantes triunfos pasando a ser el principal ejecutante del instrumento. Sus conocimientos de solfeo los realizó con el hijo del director de la orquesta Zúniga: Don Hernán Zúniga Ramírez célebre clarinetista que además de maestro se convirtió en su amigo hasta que la muerte los separó de esta vida. Largos años compartieron el sublime oficio de músicos en Masaya y en los pueblos blancos de los alrededores. Don Laureano poseía una privilegiada voz y por consejo de su maestro de solfeo, orientó su vocación musical al bel canto. Brillantes y emotivos eran los servicios religiosos, en donde su intervención era lo más sobresaliente. Además del registro dulce, melodioso y bien afinado poseía la fuerza sonora en su voz de un auténtico y brillante solista. En pueblos vecinos separados por la carretera era posible escuchar su canto. Eso relataba Don Pedro Vargas célebre músico formado en la escuela de los Zúniga y que fue el patriarca musical en la zona de Diriá y Diriomo y padre del mejor trompetista de la zona. Su fama se extendió a Niquinohomo, en donde el maestro clarinetista Don Adalid Calderón que fue alumno de Don Hernán Zúniga Ramírez, organizaba las celebraciones religiosas contando principalmente con Don Laureano. Con la fama de tenor se afincó en San Marcos, donde los músicos brillantes en ese tiempo de Carazo lo acogieron con agrado por sus conocimientos musicales. Para entonces era uno de los pocos músicos que por sus conocimientos de solfeo conocía todas las claves de “Do” en todas las líneas del pentagrama. Además de las de Fa y de sol. Esto le facilitaba el ejercicio de lectura para su instrumento inicial la tuba y para el canto gregoriano. Le proporcionó un conocimiento integral de armonía para la ejecución de obras sacras y composición de obras litúrgicas como su célebre “siete palabras”.
Su relación en la juventud con la orquesta de los Vega la mantuvo durante su vida, siguiendo el principio inicial de hermandad que siempre existió entre ambas orquestas. Llegando a Intercambiar sus sobresalientes instrumentistas para que las actuaciones fueran brillantes.
Después de muchas aventuras en que se vio envuelto por las circunstancias políticas de la patria originadas por el bipartidismo liberal conservador en que los pueblos estaban sometidos al terror de las tropas que llegaban muchos habitantes colgaban en sus salones la fotografía de los líderes de los partidos con la singularidad que los marcos tenían en su frente y en su anverso la fotografía de los jefes de partido. Don Laureano en una de esas desagradables ocasiones que reclutaban a los jóvenes, la familia lo escondió entre grandes costales de café para que no se lo llevaran.
Managua para los años veinte era el centro más importante de oportunidad de trabajo musical. Tanto los Vegas como los Zúniga se habían extendido hacia León, donde habían constituido importantes núcleos musicales con artistas chinandeganos. En Managua comparte trabajo musical con célebres músicos como Don Carlos Tünnermann pianista romántico del cine mudo que en ocasiones lo llevaba a los espectáculos cinematográfico entre los años veinte y treinta para que animara al público antes del inicio de las películas o en el intervalo de cambio de carretes de los proyectores.
Durante muchos años se destaca en eventos religiosos con orquestas eventuales formadas en las iglesias para las celebraciones especiales del calendario litúrgico siendo especialmente seleccionado por la dulzura expresiva de su fraseo armónico de su tuba o las cadencias sublimes que matizaban su voz. En años posteriores tiene reencuentro con músicos masayenses que conformaron la pléyade juvenil y que para entonces habían alcanzado puestos importantes en las organizaciones musicales, como era La Banda Musical de la guardia Nacional fundada en el año 1930. Ahí se encuentra con los miembros de las familias Vega y Jiménez y es acogido con mucho agrado por sus sólidos conocimientos de armonía que pone a disposición de la orquesta realizando brillantes arreglos que elevan el prestigio musical de la institución en la que desempeña el cargo de subdirector.
Haciendo arreglos sinfónicos de marchas militares, interviniendo con su tuba en los conciertos especiales y labores de enseñanza a los recién llegados a la banda; no pierde el espíritu de aprendizaje y dedica tiempo al estudio de dos instrumentos que en sus años avanzados servirán para ejercitar el don musical que poseía. Estudia la viola y el piano. Con la viola llega a ser el primer violista de la orquesta sinfónica de Nicaragua y con el piano derivó toda su inquietud hacia lo sacro, llegando al dominio absoluto del armonio y el órgano.
Es en esta faceta de su vida musical que tuve el honor de conocerlo. Yo era muy niño asistiendo a misa del Niño Dios cuando se acercaba la Navidad, en mi inocencia, la atmosfera que creaba con sus manos sobre el teclado me parecía que subíamos al cielo. Jamás puedo olvidar las celestes impresiones que grabó en mi conciencia. En el ayer fue toda una sublime imagen entre lo mortal y lo sacro y hoy que he transitado los caminos de la literatura solo puedo imaginar música de esferas como la que cantara Fray Luis de León al maestro Salinas. Música de proporciones numéricas pitagóricas que fue posible escuchar en las voces de los ritos gregorianos de antes del Concilio Vaticano II. Si bien se logró una estrecha relación de la iglesia y el hombre, la elevación mística del espíritu escalando las proporciones del todo armónico sublime y místico que ascendía se truncó; operándose un sentido inverso. Lo divino descendió al mundo y se popularizó en los rasgados acordes de guitarras que sustituyeron al expresivo órgano y jóvenes aprendices de músicos sustituyeron a los maestros.
Los recuerdos de mi niñez sobre el maestro Vivas los guardé con gratitud. Eran el tesoro de mi inocencia infantil. Al terminar el servicio religioso él se reunía a realizar comentarios musicales con mi abuelo en el atrio de la iglesia, donde expedían frutas y el maestro generosamente obsequiaba a los niños.
Lamentablemente, la valorización musical de muchos músicos geniales nicaragüenses no se ha realizado con justicia y han sido condenados al olvido. Después de la música de José de la Cruz Mena y de Alejandro Vega Matus, solamente se da importancia a la música de sones típicos y folklóricos olvidándose de la escrita por verdaderos genios del pentagrama que el tiempo los empuja al olvido con la pérdidas de sus obras y la insistencia de mercadotecnia hacia la imposición de la música de marimbas y tonadas de cantautores como música genuina de la nicaraguanidad; que si bien tienen su valor no debe empañar las grandiosas obras de maestros como Laureano Vivas Pavón.
El pianista internacional Edwin Zúniga Flores en sus conciertos europeos tiene a bien interpretar obras del insigne maestro, la cual es muy apreciada en Alemania, Austria, España y en otras capitales del continente.
Gran éxito ha logrado el CD grabado por el pianista Edwin Zúniga Flores de obras del maestro Vivas entre las que destacan composiciones de auténtica identificación cultural nicaragüense.
La música de Don Laureano Vivas Pavón se caracteriza por sus ricas harmonías y colores musicales. Mediante ellos, el compositor crea una atmosfera de sentimientos que añaden énfasis al tema tratado en la obra. Don Laureano vivió en el Siglo XX, donde la música tuvo un cambio radical en el aspecto armónico, formal, instrumental, etc. (Dodecafonía, Atonalidad, Jazz, entre otros). Él se decantó por la música del estilo romántico, siguiendo los pasos de grandes maestros europeos como Chopin, Liszt, Brahms y Strauss.
Su música se divide en dos grandes categorías: eclesiástica y programática. La primera contiene composiciones de gran magnitud e instrumentación como misas, oratorios, responsos, marchas fúnebres haciendo uso de Orquesta sinfónica, Coro a 4 voces y solistas siguiendo todas las reglas musicales en lo que respecta al género eclesiástico. Un ejemplo es: “Las siete palabras”, obra en la que apreciamos riquezas melódicas y armónicas que nos dejaron los grandes maestros organistas del Renacimiento y el Barroco y que pervivió en la música sacra gregoriana.
La segunda categoría contiene en su mayoría canciones típicas nicaragüenses en sus respectivas formas (Sones de Pascua, Valses, etc.).
Sus obras son la prueba de un gran compositor, arreglista y orquestador que dominó múltiples aspectos de la composición, en cuanto a desarrollo melódico, armónico e instrumentación, profundizando en timbre, forma y textura. Cabe destacar que su rica obra fue de magnitud e impacto que merece su recopilación y estudio, en especial de los cantos populares religiosos que siguen usándose hasta hoy y que fueron producto de su genial inspiración.
Edwin Zúniga Reyes.
Viena, 4 de Julio 2023
Comments