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Epíteto - María Isabel Flores

  • Foto del escritor: Lic. Maria Isabel Flores
    Lic. Maria Isabel Flores
  • 17 nov 2024
  • 3 Min. de lectura

 

La figura literaria que manifiesta la cualidad o carácter de una persona o cosa resaltando su belleza o atributos de valores es conocida en la preceptiva literaria con el nombre de epíteto. “Francia la ciudad luz”, “el inmortal Rubén Darío”, “España la tierra del sol”. Apreciamos en las manifestaciones anteriores que el adjetivo reduce toda la idea del epíteto gramatical expresando los valores inherentes de las personas o cosas a que se refiere. La competencia del epíteto literario es extensa al abarcar al adjetivo y a otras palabras equivalentes. Rubén Darío: “el padre del modernismo,” fue maestro de los epítetos rítmicos:

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa

Que ha perdido la risa. Que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro.

Está mudo el teclado de su clave sonoro

Y en un vaso olvidada se desmaya una flor.

Un sustantivo puede ejercer la función de epíteto, si ejerce sobre otro las funciones de adjetivo: “Rubén Darío el padre de la patria”. “El Virgilio modernista”. Apreciamos en estas expresiones una clara adposición, en la cual el sustantivo realiza la función calificativa. En la primera expresión se alaba la grandeza de Rubén pero se establece una analogía entre el poeta modernista y el clásico Virgilio autor de la Eneida. Cuando el epíteto es realizado por una frase, por un complemento directo o simplemente por una oración gramatical, por ejemplo: “Federico García Lorca fue la máxima expresión del surrealismo español”, observamos que la sustitución puede ser realizada por un complemento directo, el cual lo podemos distinguir si remplazamos por los pronombres: la, las, lo, los, me, nos, y ponemos el pronombre delante del verbo. Así resumimos poniendo, “lo”, delante del verbo: Lorca lo fue. Cuidaremos no realizar esto,delante de un verbo copulativo.

Cuidadosamente distinguiremos el epíteto del adjetivo ya que ambos sirven para realizar una calificación pero tienen diferencias muy notorias. Un epíteto lo podemos suprimir y el concepto principal no sufre alteración. El adjetivo no podemos separarlo del nombre porque perdería su sentido al quedar incompleta la frase. Los epítetos pueden ser un adjetivo, un nombre, una frase o una oración gramatical pero nunca son epítetos los adjetivos o los sustantivos adjetivados. Distinguiremos las palabras o expresiones completas cuando se añaden a las palabras que se refieren que no constituyen un epíteto: “Paraíso terrenal”, “pájaro agorero”. Tampoco debemos considerar epíteto si un adjetivo sirve de predicado en una expresión: “Dios es misericordioso”. “La vida es amarga”. La trascendencia del epíteto es de mucho vigor porque otorga elegancia si la expresión va realizada en contexto artístico elaborado con delicadeza y elegancia, lo cual es propio de los epítetos. La función de esta figura literaria es de clasificar y dar vigor y energía a la frase para engrandecer al pensamiento. Su presencia en los composiciones y poemas son necesarias y fundamentales:

“Lirio , boca de nieve donde sus dulces labios

La primavera imprime:

En tus venas no corre la sangre de las rosas pecadoras

Sin el licor excelso de las flores insignes. Rubén Darío.

Su uso debe ser oportuno e interesante. Debe expresar cualidades que tengan relaciones directas. No solo debe ser un recurso de adorno también debe aportar elegancia al pensamiento. Debe colocarse cuidadosamente para evitar que varíe la frase. El hipérbaton mal colocado altera el concepto, por ejemplo: “Pobre mujer” no es lo mismo que mujer pobre o la expresión “hombre grande” que gran hombre. Al tratarse de epítetos gramaticales en que la cualidad expresada por el adjetivo sea propio con la naturaleza del nombre que se califica, el epíteto debe anteponerse, ejemplo: “Blanca nieve”, “dulce néctar”: “Rubia y nevada como margarita sin par.” Acertadamente expresó el poeta Amado Nervo. Debe ser su uso oportuno, sugestivo y novedoso y evitar epítetos comunes como: “pálida luna”, “esbelta palmera”. No se deben prodigar recargamientos de epítetos porque si no es eficaz, estropea la expresión poética.

 

María Isabel Flores Rubio.

Viena a 17 de noviembre de 2024.

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