Obra literaria
En una obra literaria se exponen tres elementos indispensables que son: invención, disposición y elocución. La invención es la conceptualización del tema lo que desde tiempos de la cultura griega se ha llamado inspiración. Concepto que arraigó muy fuerte en el romanticismo. Ellos la consideraban una entidad misteriosa que resplandecía al espíritu despertador de las facultades creadoras. Los momentos propicios de la conciencia para la creación artística ante el estímulo estético es cuando las ideas o las imágenes se presentan bellas y libres en la fantasía para realizar lo que se llama iluminación poética. Puede ser sugestionada por un motivo estético o por emociones de dolor o placer ya que las causas subjetivas pueden orientar a la inspiración artística.
La invención o fijación del tema es más fácil que el desarrollo del tema. El gran poeta latino Horacio aconsejaba: “Proponemos un asunto al alcance de vuestras fuerzas y estúdialos con madurez. Luego, para la disposición, equivalente al plan de la obra.” Lo sintetiza diciendo: “Que cada cosa ocupe el lugar que corresponda a su importancia”. Las sensaciones, ideas y sentimientos se mueven según la sensibilidad del autor. Puede comenzarse el desarrollo de una idea al surgir un pensamiento nuevo capaz de desplazar la idea primitiva.
Lo más importante de una obra literaria es la elocución, la cual equivale a la expresión del pensamiento que se sensibiliza en el lenguaje alcanzando el instante supremo en que el arte se convierte en intuición en la forma expresiva. Después de la elocución viene la búsqueda del estilo, donde el poeta o escritor se esfuerza por alcanzar la belleza expresiva. Su trabajo literario no nace de encantamientos sino de su esfuerzo mental. Surge de la meditación fecunda ajena a convencionalismos retóricos. Si a su buen gusto y capacidad selectiva de las frases inexpresivas que llegan a su imaginación. El poeta Rodó decía: “El estilo es una epopeya que tiene por campo de acción nuestra naturaleza íntima, las más hondas profundidades de nuestro ser.” Es un esfuerzo creador que debemos de separar de la frialdad de la retórica correctiva convencional que desconoce el flujo sublime del alma.
En la obra literaria encontraremos las huellas de la personalidad del poeta o del escritor. Apreciaremos su sensibilidad e imaginación, cultura y buen gusto; expresando con exactitud lo que no vemos con claridad. Muy importante es recordar lo que decía Horacio en su “Epístola ad- Pisones” respecto a la revisión de la obra: “Revisar cuidadosamente para depurar el escrito de las incorrecciones cometidas”. No se debe caer en el error de un afán de perfección personal.
María Isabel Flores Rubio.
Viena a 24 de noviembre de 2024.
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