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Asoc. Francisca Sánchez

Rincón del Arte XIII- "Kali y Soche" - Cuento - Parte I - Wilber Guzmán Campos




Kali y Soche


Hola, Soy Juan, pero me dicen "Caracolito", Pedro mi amigo el anciano, por apodo le dicen Chontal como al Cacique, este viejo que parece haber vivido muchos siglos, siempre me cuenta historias, un día de tantos me contó una que me llamó la atención, me entró en el corazón inquietud, sentí que me hablaba de personas importantes para mí, me habló de unas tribus antiguas, mencionó a unos tales Karkas, Amerriques, Loviguiscas y unos Mayales; hinchido de emociones estaba, pues toda mi vida había creído que los Karkas no existían, lo más familiarizado que estaba con esta palabra, era el nombre de la quebrada de Carquita; de Amerrique hay mucho de qué hablar, yo conocía sus historias legendarias, ya saben la historia de Chontal, el Cacique, honor que tiene mi amigo el anciano que lo llamen así, este recordado por estás enigmáticas y montañosas tierras, además es visitada por su accidentada geografía mas todos los vestigios de una cultura que allí está, que grita para dejarse descubrir, que belleza las imponentes cordilleras; Lovigüisca un patrimonio histórico importante para Chontales, y Mayales el rio de mis amorres el cual baña la ciudad de Juigalpa. Bueno lo anterior

descrito es lo que yo conocía de estos lugares que representaban tierras y ríos; pero ahora el viejo me dice que fueron tribus importantes del cacicazgo Chontal, ahora les dejo por aquí sus palabras:


—Caracolito hijito, sos muy joven todavía, hay cosas que no entiendes, para eso estoy, para explicarte. —escucha bien chavalo jodido, que nadie te engañe—. Karka el jefe de la tribu de Los Karkas este cacicazgo abarcaba un vasto territorio desde las orillas del ruidoso rio Siquia, ya sabes este geográficamente está al norte del hoy Santo Domingo, hasta la actual Carquita, pues este jefe tosco y bravío no se dejada de nadie su fama de cacique templario ante la caza y la guerra lo llevó a ser conocido en todo el reino Chontal, la jefatura central de esta comunidad estaba allí por la actual quebrada de Carca, —si la misma que te imaginas.


A esta tribu la tenían como tosca, en esa época como hasta hoy, en la quebrada que desde siempre ha existido, abundaban los cangrejos, el gran bastón que caminaba Karka el cacique, a diario le renovaban un cangrejo que colgaba del mango, le ponían el más grande que encontraban recién salido los rayos del sol.


Los hombres de esta tribu se dedicaban a la caza, la pesca y la agricultura exclusivamente a la siembra del maíz, esta tribu vivía felices con sus dioses, hacían ceremonias a todos ellos, no sacrificaban doncellas como otras tribus, pero si rendían culto a través de la sangre derramada de animalitos monteses como cusucos, zorros cola pelada y palomas con alas blancas, se creía que estos sacrificios mantenían a los dioses contentos y protegían a la tribu de las maldiciones.


Un mal día uno de los hijos del cacique Karka se enamoró de una de las hijas del gran Cacique Amerrique, esto le resultó insultante e insólito al gran jefe Karka, pues con Amerrique no se querían, peleaban por tierras, se odiaban a muerte, conociendo sus diferencias, hicieron alianzas de guerra, y una de ellas era que no podían enamorarse de las mujeres de entre sus tribus, Kali el hijo de Karkas, y Soche se llamaba la hija de Amerrique.


Kali era insistente su padre le advirtió, que no siguiera con ese ridículo, —¡Hijo mío! ya sabes que no puedes enamorarte de ella. —Iniciaras una guerra sangrienta, no podemos darnos el gusto de acabar a Amerrique pues son más fuertes que nosotros. —Si, eso lo sé dijo el—. Pero la amo y no puedo olvidarme de ella lucharé por su amor.


Amerrique era astuto y mantenía vigilada a su hija Soche todo el tiempo, él no se confiaba de ella, pues la había comprometido con el príncipe del cacicazgo de los Mayales, Soche le advirtió a su padre que no estaba enamorada de Nankú, tampoco le podía decir que estaba perdidamente enamorada de Kali el hijo de su enemigo de guerra Karka.


Kali no se daría por vencido, este buscaba la manera entre las montañas de ver a Soche, como ella vivía en lo mas alto de la cordillera, se la hacía difícil verla, pero se las ingeniaba. Este esclavo por estar enamorado se disfrazaba con las marcas en el rostro que distinguían los Amerrique, y pasaba sin apuros, las guardias hechas por los vigías, la aborigen doncella lo esperaba, ya sabía los días que llegaba su amado furtivo, entonces trataba de escaparse del alcance visual de los garrapateros enviados por su padre. Se miraban un ratito eso pensaban ellos, entre los grandes peñascos de los que hoy se conoce como Piedra Grandes, allí se recostaban los tortolos, en medio de piscinas ojos de aguas o lagunitas cristalinas, eran ellos y el cielo, uno que otro sonido de pájaros guardabarrancos cómplices de aquel amor, era la hora de marcharse, Soche entre solloza dice: —Kali Mi padre insiste que debo casarme, nada puedo

hacer, tampoco puedo ir en contra de lo que mi señor cacique prometió, yo te amo a ti, pero no depende de mí. —Sentencio ella—. Kali amor ¿Qué haremos? —ya veré amor, estoy desesperado. —dijo él—. Lo mejor es que te vayas conmigo, —¡Ay por nuestro dios Sol! No.—respondió ella—. —Quieres que muera toda la tribu. —No dijo el—. Entonces Kali dijo: —Haré algo, le pediré a Chicegüe que interceda con su papá el cacique Lovigüiska, para que este a la vez intente decirle a Mayales que desista de la idea de que te cases con Nankú—.—adiós amor. —Dijo Soche—.


Kali se vio en la penosa empresa de solicitar apoyo al príncipe Chicegüe hijo del gran

Lovigüisca. Amigo de la tribu Karka y aliado de los Mayales. Antes de salir le pidió permiso al padre Gran cacique, —Padre mío solicito permiso para viajar hasta el cacicazgo de Lovigüisca e interceder con Chicegüe, para que hable con su padre. ante la necedad del hijo del cacique Mayales de realizar la ceremonia ante los dioses Luna y Sol, hacerse de mi amor Soche, diga que si padre autoríceme. —¡Ay hijo mío! Ve y lleva presentes, te mandaré con mi consejero para que el té apoye a tomar decisiones acertadas.


El padre despidió al hijo y al consejero del cacicazgo —Espero le vaya bien a este chigüín. Enrumbado hacia Lovigüiska llegaron a la gran choza donde se encontraba Chicegüe, los dos amigos se abrazan sin perder tiempo, Kali le dice: —Necesito de un favor tuyo, si puedes, intercede ante tu padre y dile que me ayude, Soche y yo estamos enamorados y Amerrique junto a Mayales han pactado compromiso con ella y el príncipe de ese cacicazgo sabe que mi Soshe no lo ama, pero aun así insiste en el compromiso. Chicegüe le dijo a su padre el cual accedió a ayudar a Kali. Al instante envió mensajeros, al día siguiente regresó uno de ellos traía la respuesta y era un rotundo no, el otro mensajero ya no regreso Mayales lo descabezo y se la envío en respuesta a Lovigüiska.


Desconsolado regreso Kali y el consejero de su padre; era inevitable un enfrentamiento entre los dos cacicazgo tanto Amerrique como Mayales lucharían contra Karka. Chicegüe despidió a Kali, le dijo: —amigo no podremos defenderte no es nuestra lucha y lo tuyo es algo personal, solo tu familia podría luchar por ti y derramar sangre, aun asi nuestro mensajero a muerto, no queremos enfrentamientos.


Se unieron los dos ejércitos de milicianos guerreros en contra del fuerte pero retraído

cacicazgo de Karka, todo por un amor, uno imposible, fueron desterrados, derramamiento de sangre por aquí y por allá, la quebrada de Carca es testigo de la desgracia sufrida por esta tribu, “cuenta el anciano” que ha Kali lo llevaron al cerro más alto del cacicazgo de Amerrique, allí lo crucificaron, Tumbé está manchado con la sangre del amor de Kali; de Soche que te digo querido Caracolito, se tuvo que casar con Nankú; Karka el cacicazgo fue destruido y eliminado de la faz de la tierra, queda la historia contada oralmente, esa que no perdura, solo los vestigio de una gran civilización hoy muerta, que se recuerda con la bonita quebrada de Carquita.


Autor: Wilber Guzmán Campos




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